¿Cuántas veces has deseado tener una memoria infinita?
Pero todo el que haya leído alguna vez el relato “Funes el memorioso” sabrá que en eso no hay ventaja alguna. Al contrario, Ireneo Funes, el personaje del relato de Borges, fue un tipo triste que vivió en soledad, un eterno prisionero, desde el fatídico día en que cayó del caballo golpeándose la cabeza contra una piedra. Aquel día recobró el conocimiento junto a un increíble talento: recordar sin error, exactamente, todo lo que le rodeaba.
“Más recuerdos tengo yo solo que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo.”
Borges explicó en el programa televisivo “Tiempo de Borges” que la idea del relato se le había ocurrido una noche de insomnio, episodio que explicó así: “Yo no puedo dormirme, porque para dormirme tendría que olvidarme de mi cuerpo, del reloj, de las diversas piezas del hotel, de los arbolitos fuera, del pueblo fuera; entonces pensé, qué terrible sería el caso de un hombre con una memoria infinita. E hice el relato que es una larga metáfora del insomnio”.
“Pero tiene un final…”, trata de interrogarle el periodista Raúl H. Burzaco. Borges le interrumpe con humor: “Yo no recuerdo el final del relato. Recuerdo al hombre abrumado por una memoria infinita. Lo que debería ser un bien es una maldición para él.”.
Pequeño libro de una gran memoria
Borges tenía claro que ser memorioso, otra forma más de representar el infinito de las muchas que encontramos en su obra, es una desventaja más que el don imaginado. Pero si todavía sigues pensando que eso sólo es un juego, una paradoja, que cómo va a ser eso, que lo bien que nos iría recordarlo todo, absolutamente todo tal cual sucedió en realidad, si por un caso, te atreves a dudar de Borges, de lo que dice, de la advertencia que es “Funes el memorioso”, entonces, tienes que conocer la vida de Salomón Shereshevski, o, sencillamente, “S”, como se refiere a él Alexander Romanovich Luria en Pequeño libro de una gran memoria, la mente de un mnemonista.
Para el psiquiatra y pensador Guillermo Rendueles Olmedo, que firma el prólogo en esta edición de RKK Ediciones, el libro inaugura, junto a El hombre del mundo destrozado del mismo Luria, un género que hace de la neurología y de los casos clínicos un relato novelesco ¿Os suena? Pues sí, el relevo lo recogió Oliver Sacks y lo mejoró hasta escribir libros maravillosos como Despertares, Un antropólogo en Marte, o El hombre que confundió a su mujer con un sombrero. Para Oliver Sacks éste libro fue una revelación. Lo mencionó en varias ocasiones y escribió de él en su biografía:
“Leí las primeras páginas de este libro creyendo que era una novela porque el argumento me recordaba un cuento de Borges. Después me di cuenta de que se trataba de un caso real, el más detallado que yo había leído nunca, lleno de observaciones maravillosas e investigaciones profundas, pero repleto del duende y la sensibilidad de una novela.”
Salomón Shereshevski es el protagonista del primer caso científicamente documentado de memoria extraordinaria. La historia comenzó en los años veinte del siglo pasado, cuando llegó al laboratorio del autor el, por entonces, joven reportero Salomón Shereshevski. El redactor jefe del periódico donde trabajaba lo había enviado al descubrir que el joven no necesitaba tomar notas de las reuniones ni de los testimonios de las noticias, y que conseguía reproducirlos exactamente tiempo después, palabra por palabra. Eso le impresionó. Y también impresionó a Luria, que trabajó en el caso durante años. Incapaz de establecer una ciencia que pudiera acotar la capacidad memorística de “S”, Luria se decantó por una ciencia romántica, que tiempo después se lee casi como una novela.
La historia clínica de «S» se lee como una novela que explica la vida de un hombre sorprendente, cuya mente funcionaba, para lo bueno y para lo malo, en base a sinestesias: asociaciones desordenadas y múltiples entre sonidos, imágenes, colores, palabras e incluso sabores. Un hombre que en lugar de esforzarse como todos nosotros en recordar, lo que hacía era esforzarse para olvidar.
“Percibo el sabor de cada sonido, de cada sílaba”
Entre los fragmentos más densos en los que Luria trata de expresar la infinitud de la memoria de “S” con argumentos científicos, hay otros en los que recurre a la literatura, se convierte en narrador de una vida extraordinaria y da paso con estilo directo al testimonio de “S” , en los que habla como si se tratara de Ireneo Funes. Es como si estuviéramos ante una versión extendida y comentada por un neurólogo del relato «Funes el memorioso» de Borges.
“Cuando oigo la palabra dolor veo cintitas, redondeles, niebla. Pues bien, la niebla es para mí la abstracción…”
Al funcionar su memoria con sinestesias, convierte el mundo en un poema loco. Imaginar su vida a través de cómo la ve es el principal interés de este Pequeño libro de una gran memoria, la mente de un mnemonista. Tal vez a Vicente Huidobro le habría caído bien, como mínimo le habría surtido de una gran cantidad de metáforas y juegos para sus versos.
Por Salomón Shereshevski sabemos que un consumo excesivo de sinestesia produce efectos nocivos en la vida. Aquí algunas consecuencias de tener una memoria infinita:
- Relaciones familiares y de amistad difíciles.
- Una vida laboral caótica.
- Imposibilidad de retener los rostros.
- Posibilidad de sufrir Síndrome de Capgras o ilusión de Sosias (Básicamente es creer que un doble ha suplantado a un familiar o amigo).
- Locuacidad desbordada hasta perder el hilo de la conversación, o, incluso, olvidarse del interlocutor.
- Incapacidad de entender el sentido general de un poema al perderse en todos los pequeños detalles de que está formado.
- Desconocimiento del lenguaje simbólico.
- Considerar que el presente es solo un aplazamiento mientras va llegando la buena vida, que se mantiene en un eterno futuro al que no se llega nunca.
Alexander Romanovich Luria describe en Pequeño libro de una gran memoria, la mente de un mnemonista a una persona que se ve forzada a vivir en un mundo que no es el suyo, en el que ninguna de las normas sociales y costumbres le sirve, y en el que sobrevive más que vive. “S” hace que dudes en la forma de contemplar el mundo, “y resultaba difícil decidir qué era más real: el mundo de su imaginación en el cual vivía o el mundo real donde permanecía como huésped provisional…”.
¿Aún sigues deseando una memoria infinita? Visto así mejor seguir olvidándonos de los cumpleaños de nuestros amigos… Total, para eso ya está Facebook. La memoria hoy también es externa, y es infinita. Borges andaría como loco y Salomón Shereshevski no se sentiría tan incomprendido como en su tiempo. Para seguir reflexionando: el terror tecnológico de Black Mirror en dosis de un capítulo cada noche antes de ir a dormir.