Este libro solo lo podía haber escrito un fan de Lou Reed y sólo lo podía escribir Manuel Vilas. Lo primero, por todos los datos, anécdotas e intimidades que hay de Lou Reed. Lo segundo, por esa prosa poética de Manuel Vilas –a veces alucinada, a veces descarnada, a veces emotiva–, con la que, si no, todo se habría venido abajo; porque, cómo hacer que un mito hable sin impostura: “Toda mi vida pasada ha sido una mierda y la presente también. Creo que nadie ha entendido una puta mierda de lo que he hecho”.
En 1975, Manuel Vilas era un adolescente obsesionado con Lou Reed. Y eso era una extrañeza, y una ruptura: por un lado estaba el Rock’n’Roll Animal y por el otro, la España gris del franquismo. Aquel adolescente de Barbastro, al colocar el vinilo en su tocadiscos y escuchar, por ejemplo, “Sweet Jane”, estaba participando de una revolución que lo cambiaría todo para siempre: hasta la muerte de Lou Reed en octubre de 2013, cuando España ya no es franquista y se ha casado con la Unión Europea, y luego con el Fondo Monetario Internacional y la ONU y tutea a los directivos del Ibex 35 con sus paraísos fiscales y se envilece entre corruptelas y muere de crisis económica.
En aquel disco de 1975 faltaba una canción: Heroin. Estaba censurada. Y aquel adolescente obsesionado con Lou Reed –para él, es la presencia de una voz, de la Voz. Una sensación de desafío y ruptura. Una epifanía. Era el futo. Su futuro– cruza España, un país antiguo en el que no había puntualidad en ningún lugar, en el que el tiempo se medía en semanas, en el que la gente viajaba con bocadillos y naranjas de postre y legañas y silencio, para ir a Andorra a por las versiones íntegras de Rock’n’Roll Animal y Berlin. Pronto, aquel adolescente, se da cuenta de que Lou Reed le está haciendo viajar (le hará viajar) por toda la geografía.
“Sólo hay un viaje importante en la vida.
Todo viaje esconde un deseo. El mejor de los viajes es el que la vida misma propone, el trayecto de la vida a la muerte. También se puede viajar dentro de la muerte, como hacían los griegos. El viaje esconde un crimen. La vida es violencia secreta. Esconde el crimen contra uno mismo”.
Si Lou Reed encarnó al artista de las mil caras que se transformó y se reinventó cada poco, Lou Reed era español es de esos libros inclasificables que se transforma a cada página para ser libro de viajes –con esta obra, Manuel Vilas ganó el Premio Llanes de Viajes en 2015–, ensayo, autobiografía, parodia, ficción, memoria, y olvido y muerte. Igual que el libro muta en géneros, el narrador pasa de adolescente a joven, a hombre joven, a “hombre sobre cuyos hombros descansa la oscuridad enamorada” y, finalmente, al “hombre sobre cuyos hombros descansa la oscuridad del universo”.
Manuel Vilas usa para este viaje distintas voces: dialoga España, nos habla Lou Reed, y Nico, y Lupe Vázquez, del grupo punk femenino, Vulpes, y fantasmas y muertos. Un coro para un viaje al corazón de las tinieblas. De eso va Lou Reed era español, del ruido de la existencia y de la salvación que buscamos todos. El “hombre sobre cuyos hombros descansa la oscuridad del universo” tiene una biblia en la mesilla de noche. Cuando lo necesita, la abre, y en mitad de la noche, lee en voz alta:
“Lou nuestro
Que estás en Manhattan,
Santificado sea tu Walk on the Wild Side;
Venga a los españoles tu Voz;
Hágase tu música
Así en España como en el mundo…”.
Amén.