La crítica leve

Había leído las tres novelas de Alejandro Zambra. Pero aquí está el Zambra crítico, y también el Zambra lector: el origen del Zambra escritor.

Era Paul Auster el que decía que si llevas un lápiz siempre en el bolsillo, existen muchas posibilidades de que algún día te sientas tentado a usarlo (Experimentos con la verdad). Se refería al acto de la escritura. Para escribir, además de llevar siempre en tu bolsillo un lápiz, hay que leer. Leer todo lo que puedas, como hace Alejandro Zambra, aunque el título que haya escogido para este libro sea No leer. Este no leer es otro leer. Vamos a verlo.

No leer es una recopilación del trabajo crítico de Alejandro Zambra, ese escritor chileno que sorprendió a todos allá por el año 2006 con un libro minúsculo titulado Bonsái. Si hasta ahora sus tres novelas (también su libro de relatos, Mis documentos) han sido publicadas por Anagrama; con las críticas, los que se han atrevido, son los de la editorial Alpha Decay, en su colección “Héroes modernos”. Y es un acierto. En este libro hay pasión por la literatura, y contagia las ganas de leer. No lo dudo, cierro los ojos, y digo: Este es un libro para vivir a toda letra.

¿A qué viene, entonces, el título? ¿En qué quedamos? ¿Hay que leer o no leer?

El título hace referencia al alivio que sintió Alejandro Zambra al dejar su trabajo como crítico en el periódico chileno Las Últimas Noticias: “…Sentí muchas veces el placer de no leer algunos libros.” Y las piezas que se reúnen en el libro, como aclara la nota del autor, tienen un objetivo claro:

. Desenmascarar las imposturas del mundo literario.

. Romper con la tiranía de las novedades.

. Borrar las “desconcertantes” listas de lecturas obligatorias.

. Denunciar la “insólita” costumbre de hablar de libros sin haberlos leído.

Lo que viene después es una defensa clara, a ratos pasional, a ratos romántica, a ratos interesada, de la lectura, del mundo literario, de los libros, y de los escritores honestos (el índice onomástico, al final del volumen, demuestra que el canon es extenso). Hay mucho de autobiografía lectora, muchas peripecias en las que se reconocerá todo lector, pecados, vicios y manías del leer, citas, títulos, autores fetiche, y “lecturas voraces”.

“Leí la novela de Flaubert mucho tiempo después y suelo releerla más o menos a la altura de la primera gripe del año.”

“Hay tardes en que es absurdo leer novelas.”

“Desde la adolescencia me acostumbré a comprar libros con el dinero que una vez al año me daban para renovar el armario”.

Y de tanta lectura, Leila Guerriero definió a Alejandro Zambra como el hombre que lee, nacen reflexiones sobre la cuestión de escribir, ensayos esbozados sobre la escritura, sobre la poesía (hay mucha poesía en Alejandro Zambra). Imperdible la nota «Árboles cerrados», toda una ruta que conduce a Bonsái, al centro de la poética de Zambra: «Operando por sustracción, sumando poco o nada, di con la forma de Bonsái.

“Pienso en el lugar común del escritor encerrado largas horas, luchando con sus convicciones, con sus deseos.”

“A veces pienso que una obra literaria sólo es buena si pasa la prueba de leerla en voz alta, sometida a la paciencia ajena o al quisquilloso oído propio.”

Sobre la creación literaria, destacan dos piezas por encima de las demás: “Árboles cerrados” y “De novela, ni hablar”.

En este perfil sobre el autor, de agosto de 2013, el también chileno, Patricio Fernández, decía que Alejandro Zambra se había convertido en un maestro de la liviandad y la ficción autobiográfica. Pues bien, hay que añadir, Alejandro Zambra es maestro en la liviandad de la crítica. Aunque parezca que no, que la crítica deba serlo todo menos ligera.

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