Una novela corta para incondicionales de Bolaño
Renfo es uno de ellos, uno de esos detectives salvajes que buscan con desesperación: una poeta, un amor, un manuscrito, un lugar, un algo. Leí en el blog «Mala Fama» de Alberto Olmos que Esther García Llovet publicaría nueva novela, y el título me sonó a juego: “Cómo dejar de escribir”. La faja que los de Anagrama habían elegido hizo el resto: “EL MADRID MÁS PUNK CONTADO POR UNA VOZ FELIZMENTE EXCÉNTRICA”. Así en mayúsculas, y me pregunté lo mismo que siempre me pregunto: ¿Quién escribe las fajas promocionales de los libros? Pero sobre todo, ¿qué leches es una voz felizmente excéntrica?
Luego leí a Esther García Llovet en una entrevista de mayo del 2014: «Mi próximo libro, “Cómo dejar de escribir”, tiene mucho que ver con Bolaño. En los noventa fue una compañía permanente para mí y después leí mucha novela latinoamericana”.
La RAE define excéntrico como:
- adj. De carácter raro, extravagante. U. t. c. s.
- adj. Geom. Que está fuera del centro, o que tiene un centro diferente.
Hoy, que ya no son los noventa aunque a algunos nos gustaría que sí para volver a tener una oportunidad en nuestra búsqueda, Bolaño lo es todo menos excéntrico. Bolaño en el libro de Esther García Llovet es el gran Ronaldo, el padre del joven Renfo que, como todos los personajes de Esther García Llovet, como el Junot de “Mamut” (Ed. Malpaso, 2013), es casi una sombra, obsesionado por una revelación que parece a punto de alcanzar.
El cuerpo de Roberto Bolaño, más allá de polémicas editoriales y de viudas y derechos, sigue caliente, flota en una corriente linfática tras estrellarse su avión en algún punto del Mar Caribe. Será arrastrado hasta las costas de África, “o aún más apropiadamente hasta las costas de un pequeño pueblo pescador sueco donde algún exiliado chileno habría reconocido el cuerpo incorrupto del gran Ronaldo, “el mejor escritor latinoamericano”, los bolsillos aún llenos de Mentolines”. En su honor, Renfo fuma tabaco mentolado marca Kool. Pero lo siento, a ningún escritor muerto se le concedió el Nobel, por mucho que el aliento le huela a menta.
¿Qué tiene esta historia?
Tres partes como en “Los Detectives salvajes”, extensión de novela corta como un “Amuleto” o un Monsieur Pain”, rapidez de lectura, frases cortantes y llenas de aristas, vacío, poco consuelo, un Madrid deslavado por el que Renfo deambula tras un manuscrito perdido del gran Ronaldo de la chupa de cuero, fragmentación, sueños, búsqueda, un “follón cósmico”, personajes que no llegarán lejos, desconsuelo apenas arreglado:
“Aunque acabó por ponerme una mano en el hombro y darme un apretón de consuelo, bien firme, como cuando te han ganado todos los partidos.”
Y para acabar, hay que sustituir Marbella por Sonora, Claudia por Lupe y un Impala por un Mil Quinientos. El final en spolier:
“Le abrí la puerta. Se sentó a mi lado.
-¿Y a qué vamos a Marbella (Sonora)?
Claudia (Lupe) se encogió de hombros.
-¿Cuánto tiempo?- pregunté.
-Ni idea. Pero nunca tengo bastante.
-Perfecto.
Me sonrió.
-Sí que has tardado.
Pero he venido.
Arranqué el motor. Sonaba como si no lo hubieran encendido en lustros.
Y nos fuimos.”
Dejen el cuerpo del Gran Ronaldo (Roberto Bolaño) por ahí, tranquilo ya, flotando en la corriente linfática. Y… Joder, ¡cuánto echo de menos los noventa! Por suerte, éste es el mundo, y “el mundo está vivo y nada vivo tiene remedio y ésa es nuestra suerte”.
No he comentado nada hasta ahora, pero me siento una afortunada cada vez que me llega al correo una nueva entrada de vivir a toda letra, gracias a ti estoy recuperando el bello arte de leer, leer y leer.
Pues eso, sigo leyendo… hasta la próxima!
Eva
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