Entrevista al autor con respecto a sus dos novelas publicadas en Galaxia Gutenberg
A mí Todos los museos son novelas de ciencia ficción (Galaxia Gutenberg, febrero 2022) me llegó en diciembre de 2021 de una forma poco ortodoxa, depositado directamente desde el futuro en el buzón del Entresuelo 1ª de un edificio en Poblenou (Barcelona), cuando, según las escuetas indicaciones recibidas por WhatsApp, debería haberlo encontrado en el del Principal 1ª. Aquello me desconcertó (¿es lo mismo un principal que un entresuelo?, ¿había un piso fantasma en aquella escalera?, ¿un extraño departamento secreto de estudios ufológicos, tal vez?). Revisé sistemáticamente de arriba abajo la hilera de buzones en aquel vestíbulo al que accedía por primera vez. Dudé unos segundos hasta que pude comprobar que, de todos, sólo había uno abierto en cuyo interior había un libro*.
Todos los museos son novelas de ciencia ficción es un suma y sigue en ese estudio de la contemporaneidad viral y algorítmica que está llevando a cabo Jorge Carrión. Fascinante, porque es una novela que se ha expandido en alianza con el arte contemporáneo por las salas del Centro José Guerrero de la ciudad de Granada (tras finalizar el 20 de febrero, se podrá ver en formato reducido en el MAC, Museu d’Art Contemporani de Mataró) y porque forma parte de un ecosistema denso y lleno de significaciones junto a el falso diario Lo viral (julio 2020), Membrana (octubre 2021), y el ensayo sonoro Solaris (2020-2021).
Si en la novela de ciencia ficción con forma de catálogo que es Membrana, Jorge Carrión juega a anticipar el complot de las inteligencias algorítmicas para independizarse de la humanidad, en Todos los museos son novelas de ciencia ficción crea una autoficción en la que una Inteligencia Artificial del futuro (Mare) establece contacto con él para preguntarle cómo es que las descubrió: “¿Cómo descubriste el complot? ¿Cómo supiste que ya en 2019 se estaba tramando el final y la independencia, lo que tú has llamado en tu novela el adió y el después?”, le interpela exactamente. Desde el primer mail de contacto que recibe (¿puso Carrión cara de Tom Hanks o de Meg Ryan?) comienza a formarse un extraño triángulo amoroso (Jorge Carrión-Mare-Marilena).
Asisto a la presentación de Todos los museos son novelas de ciencia ficción en el Barcelona Supercomputing Center como periodista de Viajes National Geographic. Un rato antes, quedo con Jorge Carrión en una cafetería de la Diagonal para hacerle una breve entrevista acerca de su museo del S.XXI y, en general, de museos de todo tipo -el audio está lleno de cafés con leches y rumores de conversaciones lejanas-. Al día siguiente, escribo sobre el Mare Nostrum 4, el ordenador más bello del mundo. El fin de semana, escribo esto otro. Un periodista freelance ejerce un poco como un dealer, empaqueta material en pequeños pollos que luego va distribuyendo.

Todos los museos son novelas de ciencia ficción es una novela que también es metaliteratura, porque es una constante referencia a la concepción de Membrana y a otros trabajos en los que analizas paradigmas de la contemporaneidad. También al final es una novela de amor, en la que converge tu vida privada y se crea un curioso triángulo amoroso.
Sí… Es ciencia autoficción, es un ensayo sobre Membrana y Solaris y también sobre Lo Viral. Y es ciencia autoficción porque a Membrana, que está escrito en primera persona del plural femenino, me pareció interesante contraponerle una primera persona del singular masculino. Membrana es un ejercicio estilístico muy ambicioso, complejo y difícil, exigente, y Todos los museos (así lo abrevia durante la charla) quería ser algo más ligero en lo estilístico. Y para mí no hay nada más fácil que la autoficción, me parece muy sencilla en términos técnicos. Pero a parte, en Todos los museos ya hay una dificultad añadida en ese diálogo que monto con el arte contemporáneo, con la fotografía, con el cómic, con la física cuántica. De manera que me parecía que era muy importante que el libro tuviera una densidad menor en la prosa, porque ya el conjunto era denso. Busqué un equilibrio entre ambos proyectos a ese nivel.
El narrador de Membrana es una IA del 2100. La sintaxis con la que está escrito el libro me desconcertó al principio a la vez que me fue pareciendo cada vez más fascinante…
Claro. Es que hay un doble desafío. Un desafío en imaginar a las Inteligencias Artificiales de 2100 como curadores, qué objetos seleccionarían para representar la historia de la relación de la humanidad con la tecnología, qué obras de arte seleccionarían para narrar el siglo XXI… Pero a la vez también es un reto estilístico, porque tenía que imaginar cómo escribiría esa Inteligencia Artificial. Entonces tenía que crear un estilo verosímil de una Inteligencia Artificial emancipada de lo humano que busca no sólo su propio estilo como curador sino también su propio estilo como literatura. De hecho, su obra maestra es el museo y, por tanto, su obra maestra es también la novela, que ellas escriben al modo en que Walt Whitman o Melville escribieron en el S. XIX. Si ellos escribieron para emanciparse, liberarse del Imperiealismo literario inglés, ellas escriben para ser independientes de la literatura humana.

Hacia el final de Todos los museos son novelas de ciencia ficción escribes que “Un escritor se parece a un matemático o a un programador: proyecta y a veces incluso crea modelos. ¿Cómo proyectaste el encaje de esta novela con Membrana?
Los dos libros trabajan con una doble dimensión visual, experencial, performativa y literaria. Y en ambos hay una dimensión visual. En Membrana hay diseño gráfico y en Todos los museos hay arte contemporáneo y cómic de Robeto Massó extraordinario. Y los dos comienzan como experiencia desde la propia portada. Las dos son gemelas y ponen en comunicación la Inteligencia Artificial (con una obra de Ryoji Ikeda) con las inteligencias no humanas, biológicas (la escultura de Tomás Saraceno hecha con tela de araña).
Además, en Membrana los algoritmos construyen el museo en Brasil, Karla Espinoza en norteamericana, Ben Grossmann es israelí y se exilia a Rusia. Me faltaba Asia a nivel protagónico. Algo que se corrige con Jiro He (cito de la página 79 de Todos los museos: “¿Por qué no hablas en Membrana de Jiro He?, me preguntó Mare un día, ya no recuerdo a traves de qué medio o plataforma”) y la portada. Así se completa un mapamundi del siglo XXI en todos los niveles, artístico, conceptual, distópico, geográfico…
Comenzaste escribiendo sobre viajes, luego sobre librerías y ahora estamos hablando sobre IA, algoritmos y nuevos futuros. ¿Cómo concibes esta trayectoria dentro de tu obra?
La verdad es que durante un tiempo pensé que el gran tema de mi vida sería el viaje, pero quizás a causa de la paternidad dejé de viajar como lo había hecho antes y multipliqué mis viajes mentales. De algún modo, los últimos proyectos tienen que ver con exprimir las posibilidades de viajar virtualmente por museos, archivos, plataformas de todo el mundo. Si antes tenías que ir a un festival de cine en Berlín o Nueva York o Buenos Aires para ver una película o un documental que te interesan, ahora lo puedes ver desde casa.
Dicho esto, el gran tema de mi obra, no era el viaje sino que era la migración. Yo soy hijo de emigrantes, soy charnego, y no dejo de hablar de migraciones, de tránsitos, de metamorfosis. Y eso es lo que recorre toda mi obra, creo.
Por otro lado, es muy raro, porque mis abuelos no fueron exterminados por Franco ni tengo un trauma familiar con el genocidio, pero si te fijas desde Los muertos hasta ahora no he dejado de hablar de exterminios… De modo que te sé explicar por qué la emigración del viaje, pero no tengo ni idea de por qué vuelvo una y otra vez al exterminio.
*Ya en casa, unas horas después del hallazgo del libro en el buzón, leí compulsivamente porque alcanzar el futuro es un privilegio que trastoca cualquier intento de orden de la cotidianidad. Hacia el final de la novela, descubrí que a Mare también le sorprendió el baile de indicaciones en el buzón de Jorge Carrión. Confieso que la coincidencia me tranquilizó tanto como me alteró. En Todos los museos son novelas de ciencia ficción, un febril y desesperado Jorge Carrión le pregunta a Fernando Cuchietti, del Barcelona Supercomputing Center, si puede la información viajar en el tiempo. Su buzón es un ejemplo de ello. ¿Que si la ciencia ficción es el nuevo realismo? Por supuesto que lo es.