El lugar de los periodistas

(Autobiografía: somos en parte ficción y alegría)

Con esta nota presenté mi candidatura al Taller de crónica periodística de Casa América. Fui aceptado. Me voy para Madrid.


Tengo esa edad en la que ya nadie puede ser joven y no sé si habré perdido el tiempo hasta llegar a los cuarenta o no. Tal vez no, tal vez sólo sea que la vida me la tomé por los senderos que se bifurcan, y eso me entretuvo. Quiero creer esto último. Sea como sea, hasta aquí he llegado: “Siglos de siglos y sólo en el presente ocurren los hechos”.

Mi presente como periodista empezó en 1996 con la carrera de Filología Hispánica, en la Universidad de Barcelona, porque no tenía suficiente nota de corte para entrar en la carrera de periodismo. Ya me cambiaría luego, y luego nunca me cambié. La literatura me retuvo. Pensé que de todas aquellas lecturas saldría algo parecido a una voz. No he pisado ninguna facultad de periodismo. Leila Guerriero se enorgullece de ello. Yo no tanto: me falta la pose de autodidacta y su experiencia en las redacciones. Hoy es imposible. Lo de las redacciones, me refiero. No las hay. O no las hay para gente como yo.

Cuando llegó el momento, hice de Latinoamérica mi redacción. Hace tres meses que volví después de veinte meses de viaje desde México a la Patagonia. Me llevé una grabadora, una vieja cámara réflex, una mochila, algunos libros, varios cuadernos. Improvisé.

En Nicaragua encontré la historia del proyecto de un absurdo canal que Daniel Ortega vendió a los chinos y que es un sinsentido ecológico y un acierto especulativo; en Guatemala entré en La Limonada, barrio controlado por maras y agujero negro ignorado en el centro de la ciudad; en Ecuador llegué a Nambija, me habían dicho que allí encontraría a los pobres del oro; en el Salvador estuve con dos excombatientes, enemigos en la guerra civil, aliados como generales de los olvidados en la paz; en Panamá entrevisté a migrantes cubanos, de lejos parecían turistas en una playa caribeña, de cerca se jugaban la vida cruzando Centroamérica para llegar a Miami; en Venezuela investigué el desabastecimiento de medicinas y había tanto caos que me centré en lo silenciado: el VIH; en Colombia hablé con reinsertados de las FARC, eran jóvenes pero hacía poco que tenían una vida posible; en Bolivia seguí una asociación de mujeres que lucha contra el patriarcado social y los feminicidios pintando grafitis en La Paz.

De cada historia hice una crónica. De cada crónica, una mirada. De cada mirada, un viaje distinto. Algunas fueron aceptadas y se publicaron, otras no. Ya no improviso. Ahora reescribo.

Empecé diciendo que no sabía si había llegado a los cuarenta con el tiempo perdido o no. Dije que prefería pensar que no, que tal vez mi camino había sido el de los senderos que se bifurcan. Decía con Borges que sólo en el presente ocurren los hechos. Este es mi presente: el lugar en el que ocurren los hechos, el lugar de los periodistas.

4 comentarios en “El lugar de los periodistas

  1. Mucha suerte Jose. Seguro que encuentras porque quien busca al final obtiene su recompensa. Por cierto, aprovecho para invitarte a la Librería Aida Books&More cuando vuelvas de tu viaje a Madrid. Nos gustaría explicarte el proyecto e intercambiar impresiones contigo.
    Saludos
    Javi

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